Ciudad y desarrollo social

 

Raúl Monterroso, arquitecto mexicano y doctor en diseño arquitectónico, define la arquitectura como una disciplina que nos permite transformar la realidad, según las necesidades de la sociedad, en un entorno definido y con los recursos con los que se cuenta.

Para ello los arquitectos deben tener muy en claro, cuál es esa realidad que quieren transformar y a quienes afecta, finalmente no se trata solamente de construir una casa o edificio, sino que esa va a cambiar la vida de quienes van a hacer uso de ella y los que estarán alrededor de ella. Por eso, este reportaje especial busca hablar, de la mano de varios expertos en arquitectura y urbanismo, sobre la responsabilidad que como profesionistas tienen los arquitectos para incidir positivamente en la sociedad.  

Para Liliana López Borbón, maestra en comunicación por la UNAM y experta en temas de construcción de ciudadanía y políticas culturales locales, existe toda una teoría en la arquitectura y el urbanismo, que dice que el espacio público influye decididamente en la conducta de los ciudadanos, en teoría cuando el espacio esta adecuadamente adaptado, es decir hay una buena calidad en las banquetas, está limpio, hay ciclovías, parques, etc. se producen conductas correctas, esto es puro funcionalismo y conductismo; sin embargo, en la realidad no siempre funciona así, lo deseable es tener espacios públicos lo suficientemente adaptados y habitados, donde haya gente, convivencia, solo así el espacio funciona. 

Pero a arquitectura per se, no es la que mejora las cualidades de vida de una comunidad, sino que debe estar ligada a la economía, como afirma Pedro B. Ortiz, urbanista y asesor de ONU Habitad, la infraestructura es un medio y por tanto debe tener un fin en el cual no se deben separar los objetivos económicos y sociales. A esto se denomina la economía de escala, que significa que entre más inviertes en la ciudad más ganas, entre más infraestructura concentrada en muy pocos sitios obtienes el máximo rendimiento, pero en contraste la economía social dice que no debes concentrar sino repartir los equipamientos para ofrecer en diferentes lugares los mismos servicios.

Según Ortíz ambas visiones son correctas, solo depende del momento en que este viviendo una comunidad, a veces es más importante concentrarse en el crecimiento económico y otras en el social. Aunque siempre debe tratar de equilibrarse, sino sucede la gentrificación, porque, por el principio de Pareto, las personas que habitan en una zona marginada en la que les instalan la infraestructura necesaria para cubrir las necesidades sociales y económicas, el valor inmobiliario va a aumentar y los habitantes van a ver el negocio de vender la propiedad, ellos se van seguramente a zonas más alejadas y el espacio en este punto aumenta de valor. Para solucionarlo, en algunos países se han manejado políticas que buscan fijar a las personas al lugar, pero es imposible por la simple libertad de mercado. 

 

En general en el mundo existen dos visiones sobre el tema del ordenamiento del territorio y el desarrollo social, la europea se basa en recuperar los centros, se creó a partir de la crisis petrolera de 1973, cuando el presidente francés era Valery Giscard d’Estaing. Desarrolló una tendencia ideológica en favor de recuperar los centros, básicamente con base en tres factores: la parte pública con las calles y vías, las privadas con la renovación de las casas y la tercera con la renovación económica, porque si no se hace este último paso, sencillamente no se completa el proceso. 

Panorama para México

Como siempre, no existen modelos internacionales que se adapten y funcionen perfectamente para México. En nuestro país los centros se han abandonado, en ellos la gente no habita, solo son lugares administrativos de los municipios y comerciales, casi siempre de bajo perfil, si acaso tienen vida nocturna, pero la gente no los habita. El nivel económico alto, vive en la periferia en lugares cerrados, “por seguridad” y los niveles bajos viven alrededor (fenómeno de solo sucede en México), si acaso de forma regular, sin servicios y como afirman muchos “para que trabajen en las colonias de los ricos”. El resultado, afirma Ortiz es que tenemos Ciudades Rotas, divididos los espacios entre ricos y pobres, por tanto, no hay una integración social, una posibilidad de ir incrementando las condiciones de manera progresiva. 

Lo ideal, entonces es empezar por integrar, romper las barreras físicas y de pensamiento, mezclar de nuevo en las colonias y los barrios, los diferentes niveles socioeconómicos. Ortíz afirma que “tienes que buscar conseguir que haya clases medias que se trasladen desde el mínimo de supervivencia hasta el máximo de riqueza y que haya una continuidad, eso se llama meritocracia, es decir, aquella persona que con su esfuerzo y trabajo, ha conseguido mejorar, trabajar más y beneficiarse económicamente, que es diferente a esa sociedad que si naces pobre vas a morir igual”. 

 

Además, para Liliana López, deben existir espacios públicos donde convivan todos los ciudadanos, lugares habitados, en donde los gobiernos intervengan en su mantenimiento y conservación, para lograrlo, las mismas ciudades deben tener formas de hacerlos sustentables económicamente, cita el caso de lso parquímetros en la ciudad de México, porque no hay gobiernos locales que tengan el presupuesto suficiente para dar mantenimiento total, para Carlos Cortés, director de Obra Pública del Municipio de León, debe invertirse en tecnologías que ayuden a que la ciudad ahorre en el mantenimiento de estos lugares, como invertir en iluminación LED y solar, formas de optimizar los recursos públicos.

En paralelo, se debe recuperar la habitabilidad de los centros, casi todos en todas las ciudades del mundo fueron declarados por la UNESCO como patrimonio de la humanidad, por tanto, se deben conservar muchas de las obras existentes, se debe gentrificar, pero de forma controlada, Liliana López señala que en muchos lugares en los centros ya no se está haciendo vivienda para vender, sino para rentar, se han convertido en espacios tomados por los desarrolladores inmobiliarios como una moda, con precios altísimos que no permiten esa mezcla de clases y mucho menos la Ciudad de los 15 minutos, “hay profesionistas jóvenes que trabajan en los centros y viven en las periferias por los precios de las rentas, pasan más de una hora en moverse hacia sus lugares de trabajo”.

Eso sumado a la turistificacion, “en el año 2000 viajaban más o menos 200 millones de personas al año, de 6.800 que éramos en esos años, el año pasado se reportaron 1.900 millones de viajes turísticos, de los 7.700 habitantes actuales, se creía que el turismo iba a ser la revolución industrial de este año, pero con el COVID, de tal manera que las ciudades ahora comienzan a volverse una escenografía, para los visitantes y no un lugar de vida”, señala Liliana López quien añade que “en esa gentrificación se vende el territorio y se vende la identidad, las ciudades se vuelven parque temáticos, e iguales todos”. 

 

Se requiere también la participación ciudadana, pero con una sociedad informada, que actúe oportunamente, con ideas concretas y claras sobre cómo debe ser la ciudad, no bajo sus intereses propios sino a los de todos. “Se necesita que las personas tengan lugares donde caminar, donde transitar adecuadamente, con la suficiente arborización para que reciban oxígeno y por lo tanto con calles pequeñas, como lugares de tránsito peatonal, incluso peatonalizar los centros históricos, en general deberían tener supermercados o tiendas de abasto mediana o pequeñas, centros educativos sobre todo para las primarias y secundarias donde los niños y adolescentes requieren mayor cuidado, no así para los adultos que tiene que moverse a la universidad, y lo normal fondas, restaurantes, una vida activa, todos aquellos lugares donde las personas se tejen con otras y pueden colaborar juntas”, finaliza Liliana López. Finalmente, para lograrlo también se requiere una autoridad que sepa a dónde se dirige, con planeación y firme.

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