¿La vivienda social es adecuada para habitar con calidad de vida?

 

En una definición de vivienda social, encuentras descripciones, enfocadas a un espacio, territorio, grupo social o a un recorte de la realidad. La vivienda desde una versión apropiada es el espacio o la infraestructura en la que el ser humano vive, habita y se desarrolla, sin embargo, la definición oficial de la ONU, habla de un espacio digno, adecuado asequible, definición que parte del derecho económico social y cultural.

La vivienda es entonces un derecho, al que no todos tienen acceso, por la situación económica, social y cultural, esta condición termina siendo vulnerable y deriva en la intervención del Estado en sus tres niveles de gobierno, por medio de apoyos, integrando así, la denominación “Vivienda social”. El Estado provee de este tipo de casas a través de programas, generados por la entrega de apoyo para la mejora, ampliación y/o la construcción total de la vivienda, dados a la población más vulnerables ya sea mediante el Estado o asociaciones civiles. 

 

Así la vivienda social tiene como objetivo proveer una casa digna, con calidad en el espacio. Surge entonces la pregunta ¿La vivienda social es adecuada para la habitabilidad de los usuarios, personas, familias o sociedad desprotegida? Hablemos de un posible modelo. Vivienda social adecuada= Apoyo económico dado + Dimensiones adecuadas + asignación enfocada + Cultura de ocupación + Proceso social de crecimiento.  + Tipo de Usuario + E (Variable desconocida). 

Dilucidando algunas variables, la dimensión adecuada, considera el espacio individual o el mínimo de una vivienda para el cumplimiento de necesidades. Los estudios técnicos nacionales e internacionales norman medidas mínimas, la incógnita es: los apoyos en vivienda social son para vivir o sobrevivir. Debemos considerar una construcción lo más completa posible, ya que lo anterior describe solo un fragmento de la realidad. 

De esta manera, si en el modelo, fija como adecuadas las variables Apoyo económico, dimensión, asignación enfocada, entonces las restantes generan el escenario con las distintas aristas y vertientes, para la construcción de esta realidad. Vemos que la cultura de ocupación, es tan diversa, no por ello incorrecta, pero es posible ver la ocupación de la familia nuclear, albergando familias nuevas por habitación, familias grandes y familias con miembros de 3 generaciones. 

 

Sumado a lo anterior la dinámica de usuario, donde solo un miembro o dos salen a trabajar, esquema en el que el resto de la familia habita el espacio durante todo el día, o en parcialidades versus a esta situación está, él o los usuarios que salen a trabajar dejando el espacio vacío durante todo el día, usando el espacio solo para actividades de descanso.

Derivado de lo anterior se puede decir que el espacio es adecuado de acuerdo con el uso que se le da, independientemente del uso para el cual fue creado. 

Si agregamos a lo anterior la nueva normalidad, nos perderíamos en el caos, en el que los espacios se convierten en áreas de trabajo, en aula de clases, etc. etc., generando una yuxtaposición de actividades, que no derivan del espacio, sino del proceso de adaptación, así como de la cultura de ocupación y sobre todo de esta variable desconocida. Lo que no sabemos es qué sucederá y cambiará e influirá en todas las variables que nos pueden determinar o no si la vivienda social es adecuada. 

 

En el Proceso social de crecimiento, se generan N números de apoyos que abonan en la disminución de población vulnerable, aun así, los porcentajes disminuyen lentamente, es simple de comprender ya que las tasas de crecimiento son mayores a las de abatimiento a dicha problemática. Se concluye así que, la multiplicidad de factores que inciden en esta aportación social destinada a vivienda, deben ser considerados para la elaboración, implementación y medición de la política pública. 

Es necesario que el usuario se apropie del espacio, reaprender, no por obligación sino porque la misma sociedad nos conduce a ello, hoy no se puede hablar de un traspaso cultural de la ruralidad a lo urbano, se habla de realidades en movimiento. Es necesario aplicar modelos de evaluación de impacto que permitan ajustar el modelo aplicado, lograr un cambio en los resultados, pero sobre todo hay que partir de un cambio cultural, de expectativas sociales y responsabilidad individual. Arquitectos, tratemos al ser humano como tal, respetemos el proceso social de ocupación.

 

*Arq. Imelda Nájera Aguilera, directora de Planeación de Romita-Gto, imelda.najera.arq@gmail.com

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