

La Apariencia de la Luz
La apariencia de la luz Rene Descartes escribía entre 1629-1633 algunos años antes de su muerte el tratado que habla extensamente sobre la dióptrica; la
“La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias”. Albert Einstein.
Hace cuatro meses se daba por descontado que la única manera de enseñar y aprender arquitectura era de manera presencial, con maquetas hechas de cartón y la “corrección” como única manera de llegar a los aprendizajes de un estudiante. Cargados de una alta subjetividad, el maestro ha compartido su sabiduría y transmite su conocimiento con base en lo que ha aprendido durante su vida. En ocasiones, el estudiante de arquitectura trabaja para darle gusto a su maestro, quien muchas veces disfruta cambiando “el esquema de circulación” en la maqueta, poniéndola de cabeza y opinando sobre lo que ese día considera que es lo correcto. El estudiante desarrolla carácter para no dejarse derrumbar al ver su trabajo destruido y desarrolla capacidad de argumentación, para tratar de convencer al profesor que lo que hizo tiene sentido. Todas estas maneras muy válidas para la enseñanza de la disciplina desde el modernismo hasta nuestros días, pero hay que aceptarlo, el arquitecto o maestro sabe mucho de arquitectura, pero no tanto de pedagogía.
De esta manera, las escuelas de arquitectura (sobre todo las más tradicionales), han estado en deuda con las formas de enseñanza y aprendizaje del Siglo XXI. Hemos descartado la tecnología, las nuevas formas de comunicación, los sistemas de información y los nuevos paradigmas pedagógicos, por una enseñanza más tradicional basada en la corrección sobre la maqueta de cartón, el dibujo a mano y el “prohibido el uso del celular en mi clase”. Por supuesto no es la totalidad, pues algunas de las mejores facultades del mundo empezaron a explorar los avances tecnológicos para ponerse a la vanguardia de pedagogía de la arquitectura, sin descartar las bondades de la enseñanza tradicional. Sin embargo, muchas todavía aferradas a los métodos tradicionales, tenían las nuevas opciones pedagógicas fuera de la baraja.
La formación en arquitectura estaba en deuda con la innovación, la tecnología y las nuevas formas de enseñanza aprendizaje, pero en tres meses, el temor y la incertidumbre nos llevaron a aceptar el uso de la tecnología para entrar de una manera vertiginosa en el uso de redes sociales, el software especializado para simulación, un acompañamiento remoto, etc; y dejar de lado el marcador y el tablero para pasar a los videos, las aplicaciones, el uso desmedido del celular, el internet, la información y las comunicaciones. Pasamos de las maquetas de cartón a las maquetas virtuales, del tablero al blackboard y del salón de clase al Zoom.
En las primeras semanas pensamos que sería temporal, pero con el aumento del pico de la pandemia, las facultades empezaron a hacerse las preguntas de fondo. ¿Será la presencialidad la única manera de enseñar la arquitectura?, ¿son realmente necesarias las maquetas de cartón para la comprensión del espacio?, ¿podremos volver a la normalidad? ¿Pero, sobre todo, queremos volver a la anterior normalidad?
Einstein dijo que las crisis son oportunidades para la creatividad y la generación de grandes estrategias, y qué mejor que la que estamos pasando en este momento para repensar la enseñanza de la arquitectura, y trabajar sobre esas preguntas tan retadoras. No tengo la respuesta a estas preguntas, pero sin duda lo que nos ha enseñado la pandemia es que estamos entrando en una nueva era de la educación. Las universidades ya venían en un momento difícil antes de la pandemia, pues las nuevas generaciones han optado por carreras más cortas enfocadas en los oficios, con rentabilidades a corto plazo y con menores inversiones. Sin embargo, lo que nos ha mostrado la pandemia es que profesionales altamente capacitados como médicos, psicólogos, arquitectos, constructores, biólogos, químicos farmacéuticos etc. son los capacitados para enfrentar y resolver esta crisis por encima de los influencers de las redes sociales.
Hoy más que nunca las profesiones son necesarias para repensar el futuro de la humanidad; el planeta ya está saturado de personas, se ha hecho un uso indiscriminado de los recursos naturales, los modelos económicos actuales no son sostenibles y se ha llegado a un punto desmedido de la violencia y de injusticia social. En Latinoamérica las pirámides poblacionales de los países se están reduciendo en su base porque cada vez las familias tienen menos hijos y las expectativas de vida de las personas son cada vez más altas, así que los jóvenes han mostrado un descontento por su misma incertidumbre hacia el futuro.
El reto para los arquitectos y para los tomadores de decisiones sobre ciudad es más grande que nunca en la historia reciente de la humanidad, pues una vez que se supere la crisis tenemos un llamado a hacer ciudades más sostenibles, equitativas, seguras e higiénicas. Debemos replantear el espacio público, los equipamientos urbanos, pero sobre todo la vivienda. Con la cuarentena hemos pasado tanto tiempo en nuestras casas que es inevitable notar los problemas de convivencia con los vecinos por acústica o mal diseño; los espacios inadecuados para el desarrollo de nuestras actividades en la nueva cotidianidad, el tele trabajo, el cuidado de los niños mientras están en la escuela, la cocina pequeña y las inexistentes áreas para almacenamiento etc. Pero también estamos llamados a revisar los programas públicos para los millones de personas que no tienen acceso a una vivienda digna, o que la han perdido por la crisis económica que ya empezó.
La mejor protección durante la pandemia es la arquitectura, y por eso los arquitectos están llamados a repensarla para que siga siendo el elemento fundamental de protección de la vida, el bienestar y el patrimonio de las personas. Debemos dejar de lado esos espacios encargados de aportar en la diseminación del virus: aquellos poco ventilados, los conjuntos de vivienda donde se encuentran muchas personas en el mismo espacio reducido, las oficinas abiertas abarrotadas de personas trabajando a menos de 50 cm de distancia, los centros comerciales atiborrados de gente, el espacio público inadecuado para garantizar la mínima distancia entre personas entre muchos otros. Nuestras mismas formas de trabajar, ya no se desarrollan en estudios ni oficina, sino a través de sistemas que conectan al jefe desde Nueva York para atender su oficina en Helsinki.
Este momento de la humanidad es histórico y aunque está en medio de una crisis, también es una oportunidad. Le está haciendo un llamado a los arquitectos y a las escuelas de arquitectura para reflexionar sobre las nuevas formas de enseñanza de la arquitectura, y las mismas de hacer arquitectura. Nos hace un llamado para plantear espacios más adecuados a las problemáticas actuales, y la construcción de un nuevo futuro en las zonas urbana y rurales. Pero sobre todo a mejorar nuestra relación con el entorno natural que nos rodea, que sin duda ha sido el más castigado con ciudades y edificios inadecuados que no entienden las dinámicas del contexto. Los arquitectos tienen una fuerte formación en la resolución de problemas complejos relacionados con el espacio, por lo tanto, es el momento de poner en acción todos sus conocimientos en la construcción de este nuevo futuro que sin duda tomará los mejores elementos del pasado y los combinará con los nuevos aprendizajes logrados en estos tiempos de cambio.
*Arq. Alfonso Gómez Gómez, arquitecto y magister en Construcción por la Universidad Nacional de Colombia. Decano de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá. Presidente de la Agremiación Colombiana de Facultades de Arquitectura ACFA. Representante de las facultades de arquitectura en el Consejo Profesional Nacional de Arquitectura y sus Profesiones Auxiliares CPNAA.
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