En Alemania se localiza uno de los monasterios más increíbles de Europa que destaca por su imponente estructura, pero sobre todo por lo que alberga en su interior. Pues en él se encuentra una de las bibliotecas más bonitas del mundo.

Además, aparentemente parece estar hecha en su mayoría en mármol, pero nada más lejos de la realidad. Esto es simplemente es un trampantojo, pues las columnas y estatuas que parecen ser de este material, no lo son, sino que están hechas a base de madera pintada. A su vez, cuenta con dos pisos, el superior formado por una única galería, y el inferior, adornado con numerosas estatuas y unos colores que invitan a quedarse. A esto se le suma un techo decorado con increíbles pinturas como si de un palacio real se tratara.

La galería del primer piso queda sujetada por un conjunto de columnas que recorren toda la planta baja, pero tan preciosamente trabajadas que hace que el efecto escénico sea realmente excepcional. Por cierto, el lema de la Biblioteca del Monasterio de Wiblinegen que los visitantes pueden ver en la entrada es «En quo omnes tesauros sapientiae te Scientiae» (en el que se almacenan todos los tesoros del conocimiento y la ciencia):

En Europa se pueden encontrar infinidad de monasterios y abadías de todo tipo. Con una gran variedad de estilos arquitectónicos y una impresionante arquitectura, constituyen grandes atractivos turísticos dentro de la región donde se ubican. A esto se le suma su legado histórico, pues por norma general, son construcciones con un gran patrimonio que esconden en su interior infinidad de rincones secretos. La biblioteca de la Abadía de Wiblingen, es un bello espacio ubicado a tan solo cinco kilómetros de la ciudad de Ulm de estilo barroco. De hecho, la biblioteca es uno de los máximos exponentes de este estilo no solo en Alemania, sino en toda Europa. Sus colores, frescos, esculturas y amplitud la han convertido en todo un sello de identidad dentro de esta región alemana.

La fundación del monasterio de Wiblingen se remonta a finales del siglo XI, cuando se instaura en esta zona una extensión de la abadía de San Blas, de la Selva Negra. Todo ello gracias a la concesión de tierras que hicieron los condes de Harttmann y Otto von Kirchberg a los monjes de esta región. Durante los siglos posteriores se convirtió en un importante centro monástico, sin embargo, poco queda de esa época, cuyas construcciones se levantaron en estilo románico y con un marcado carácter medieval.