Para hablar de una ciudad humanizada con su centro histórico arraigado y con una gran identidad, debemos de vincular sus barrios, a través de una red de soluciones profundamente humanas en proyectos micro urbanos, comprendiendo en el eje principal la preservación del patrimonio arquitectónico, la movilidad sustentable, la equidad y diversidad, diseño urbano, pero con escala humana y un fomento económico y cultural, pero dentro de cuatro esferas dentro del patrimonio vivo que comprenden la vida cultural (detonar el arte, desarrollar la tradición); la vida cívica (hacer política democrática y participación comunitaria); la vida económica ( fomentando el comercio, y cuidando la salud a través del deporte) y vida recreativa (Dónde juego y entretenimiento integren a todas la generaciones).

Es necesario comprender las visiones teóricas contemporáneas que construyen los conceptos de una ciudad humanizada, así como las cartas y leyes internacionales que defienden el patrimonio y entretejerlas para construir una ciudad humanizada; entre ellas está la carta de Atenas de 1933, que en su apartado 65 habla de la personalidad propia y única del patrimonio arquitectónico del pasado: “La vida de una ciudad es un acaecer continuo que se manifiesta a lo largo de los siglos a través de obras materiales, sean trazados o construcciones, que la dotan de una personalidad propia y de los cuales emana poco a poco su alma. Esos testimonios preciosos del pasado serán respetados, en primer lugar, por su valor histórico. Forman parte del patrimonio humano, y quienes están encargados de su protección tienen la responsabilidad de hacer cuanto sea lícito para transmitir intacta esa noble herencia” y que sin duda se vincula con la idea de Jane Jacobs del alma de las ciudades y los vínculos afectivos.

La Urbanista y activista Jane Jacobs en su libro clásico “Muerte y Vida de las Grandes Ciudades”, establece la necesidad de hacer comunidad, la gente requiere de vínculos afectivo, contactos humanos, hacer “terapia” que a gente hable con la gente; siempre y cuando se rescate la cultura urbana y se valore el patrimonio histórico preexistente, construyendo redes humanas en la calle como encuentro y el barrio como comunidad, humanizando el espacio público. Además de que el encuentro humano debe propiciar la diferencia, la otredad y el intercambio y evitar los ghettos y dejar de privilegiar a los automóviles.

“La ciudad basura” es una ciudad sin historia, es “superficial, como un estudio de Hoolywood”, dice Rem Koolhaas, es un espacio que gira en torno al consumo innecesario, aparenta ser un espacio; es una sombra o residuo del espacio moderno, es el presagio de lo que ocurrirá en todas partes, las ciudades se uniformizan con invenciones o fantasías que sustituyen el ritual, la memoria y la tradición; donde el patrimonio a conocer, preciar y proteger es destruido por un “branding de ilusiones”, Jean Baudrillard diría que es la hiperrealidad, como una máscara vacía que se mofa de nosotros.

Y a su vez la constitución política de México prevé la defensa integral de la arquitectura y el urbanismo en los centros de población: “Las entidades federativas y los municipios promoverán la elaboración de programas parciales y polígonos de actuación que permitan llevar a cabo acciones específicas para el Crecimiento, Mejoramiento y Conservación de los Centros de Población, para la formación de conjuntos urbanos y barrios integrales” y la Ley Federal Sobre Monumentos Y Zonas Arqueológicos, Artísticos E Históricos establece en su artículo 2: “Que es indispensable la investigación, protección, conservación, restauración y recuperación de los monumentos arqueológicos, artísticos e históricos y de las zonas de monumentos”, en su cuidado y salvaguarda, dicha arquitectura y urbanismo de gran valor por su autenticidad, valores culturales únicos y presencia estética es fundamental proteger y salvaguardar dentro de una legislación vigente internacional y nacional que la protege. Y se vincula con lo que Amanda Burne, señala al poder construir una ciudad no diseñada de planificadores para planificadores; sino como ciudadanos situados para el bien común, donde los espacios públicos sean empoderados por la gente y la gente en ellos desarrolle su pensamiento crítico; desarrolle diálogos en la gobernanza del equilibrio entre sociedad civil, autoridad y el sector privado y Jaime Lerner nos habla de un micro urbanismo de redes que, a través del método de la acupuntura, con un pinchazo en puntos de conflicto, podamos revertirlo, sólo en redes humanas donde una historia compartida de rituales y relaciones humanas en distancias cortas de trabajo y vivienda.

Y finalmente Jan Gehl en ciudades humanizadas establece que la ciudad a escala humana en su habitabilidad debe ser inspiradora de vida; de ninguna manera una ciudad diseñada para el coche ni ciudad echa por “rock stars” de la arquitectura; ciudades humanas y saludable, en el desarrollo biopsicosocial del dialogo dialogar y el ejercicio de la terapia del cuerpo. Y a su vez Zaida Muxí Martínez, dice que es importante reescribir la historia de occidente, no como una imposición exógena sino endógena, no en lo apropiado de occidente, sino en lo apropiable en América Latina.

Por lo que las teorías, leyes y reglamentos son los lineamientos normativos fundamentales para conservar, potencializar, revitalizar y regular el patrimonio, histórico, cultural y urbano arquitectónico; son las disposiciones jurídico normativas para su salvaguarda y puesta en valor de un patrimonio que debemos atesorar. Las fuerzas sociales, económicas y del mercado inmobiliario, sí no se controlan, ponen en peligro la sobrevivencia del patrimonio histórico arquitectónico de gran valor, por lo que las políticas de conservación integradas y reguladas por acciones de gobierno, conjuntamente con las leyes internacionales y nacionales deberán ser el soporte de su defensa, como lo vemos a continuación.