Es una casa en la playa de Oaxaca hecha de concreto y madera. Un refugio que se pierde entre vegetación endémica y espejos de agua.

Esta casa en la playa de Puerto Escondido se construye entre geometrías limpias y materiales honestos. Casa Malandra es un refugio que se pierde entre la vegetación endémica y espejos de agua, que junto a la arquitectura lineal, crean un ecosistema tropical en donde convergen atmósferas de tranquilidad y descanso.

Para este proyecto siempre se tuvo un objetivo muy claro: fusionar la arquitectura con la naturaleza. Un proyecto que requirió una destreza única en la creación de espacios y estéticas imperturbables. Taller Alberto Calleja fue el despacho encargado del diseño de Casa Malandra, quienes, con una visión en armonía con el entorno, se decantaron por un juego de volúmenes depurados y un trabajo de arquitectura de exteriores que funciona como el medio que los articula.

Casa Malandra, es simple, pero contundente. Fiel a la máxima en el diseño, “menos es más”. Se elevaron sobre el terreno dos contenedores rectangulares, de concreto aparente, desfasados entre sí. De un solo nivel, los volúmenes dialogan entre ellos gracias a un juego de llenos y vacíos, tanto en los planos verticales, como en los techos; de esta manera, la vegetación y el cielo se insertan en los espacios interiores a través de sorpresivos vanos cenitales o laterales. Ya sea en los armazones o en las grapas de concreto, se hallan jardines salvajes que se ocultan como un remate visual de los espacios íntimos, como las habitaciones, o coronan los techos con una paleta vegetal en matices sepia contrastado por pequeños tropezones de nopaleras.

Los acabados en las fachadas de la casa en la playa son una perfecta dicotomía de la materialidad. Ningún acabado es más limpio que el aparente, así que los muros de concreto en la casa solo mantienen la traza intencionada dada por las cimbras. La madera conforma las celosías verticales que visten los exteriores en un rítmico diseño.