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Arq. mexicana Arquitectura

CASA SILENCIO

22 enero, 2024 / Dirección editorial Arkin

Este hermoso lugar honra las tradiciones de Oaxaca, provoca la inmersión mediante la creación y experimentación del mezcal como tesoro de la región y evoca a reconciliarse con los orígenes de la tierra y de sus frutos.

 

Hoy es un día diferente, diferente al de ayer y al de mañana…

 

  © Alejandro D’Acosta

 

Al despertar me asomo por la ventana del hotel y veo personas deambulando ya por la ciudad, algunas entrando a la Catedral, otras que probable[1]mente salieron del mercado, pues cargan bolsas con víveres. Al salir platico con algunas de ellas, que se sientan junto a mi mientras me dispongo a desayunar una tlayuda con tasajo y un vaso de tejate (y vaya que se justifica el sobrenombre de bebida de los dioses). Inmerso en la plática, me sugieren varios lugares que sería importante conociera al estar en el gran estado de Oaxaca, y yo, con agenda abierta para dejarme guiar por ellos, comienzo a planear una ruta quizá un poco errante, pero sin duda como parte de la aventura que busco.

 

 

Al haber hecho base en la ciudad de Oaxaca, aproveché para conocer los arqueológicos imperdibles como Mitla y Monte Albán; visité San Bartolo Coyotepec para atestiguar la belleza de la artesanía en barro negro; visité y admiré durante un buen rato el árbol del tule y terminé la visita a la ciudad en el Museo de las Culturas en Santo Domingo.

 

Pese a que fueron un par de días ajetreados, y dada la parte del año en la que me encontraba, decidí tomar un autobús que durante 6 horas en la noche conduciría cautelosamente por la sierra de Oaxaca con un rumbo que descubriría era bastante mágico, Huautla de Jiménez.

 

 

Llego a Huautla con un objetivo muy claro, asistir a la celebración de día de muertos y con ello descubro un lugar que, por medio de ofrendas, música, danza y huehuentones honra, recuerda y convive con aquellos que se fueron antes que nosotros pero que hoy regresan para compartir un día más con que los aquí seguimos con el Cerro de la Adoración de escenario, emprendo camino hacia mi siguiente destino, Xaagá.

 

El entorno luce silencioso, abierto, sin ruido de autos, motos o demasiada gente, sin colores vibrantes ni luces por doquier, solo con una serie de volúmenes articulados de tal forma que asemejan a lo lejos una formación rocosa natural de la zona, pero al acercarme, la Casa Silencio toma forma y recibe a sus visitantes con una arquitectura sencilla en apariencia, pero detallada en conceptos y formas.

 

 

Por medio de materiales de la zona, reúso de otros con los que se construyó en parte este hotel de 6 habitaciones, (catalogado como uno de los mejores de su tipo) y con un ambiente que enfatiza la cultura del mezcal tanto en sus formas como en sus servicios, Casa Silencio es un fragmento del terreno que se pule para brindar espacios y atención de primer mundo a sus visitantes.

 

Proyecto a cargo del arquitecto Alejandro D’Acosta y la diseñadora de interiores Martina D’Acosta, que tomó como prioridad, vistas al exterior para recibir la noche enmarcada por la luna y las estrellas; los vacíos se convierten en espacios principales y son la liga entre los interiores y exteriores, siempre en diálogo con el entorno, la naturaleza y el paisaje.

 

 

 

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